El cauce sigue abierto
Secretario de Formación ATE Nacional
Hacia los últimos días de septiembre de 2020, el
Informe Técnico del INDEC sobre las condiciones de vida, la incidencia de la
pobreza y la indigencia en 31 aglomerados urbanos de nuestro país durante el
primer semestre del año, confirmaron lo que quienes transitamos dicha realidad,
venimos enunciando y denunciando en cada rincón de nuestro territorio.
La pobreza alcanza hoy en la Argentina el 40.9%, es
decir que ni más ni menos, que 11.7 millones de compañerxs y sus familias, son
pobres. El 30.4% de los hogares están por debajo de la línea de pobreza. Un
tercio de nuestro país, no tiene pan suficiente para compartir en su mesa.
Seguramente quienes estemos leyendo estas líneas
podemos repasar mentalmente cómo se reflejan estos números en nuestra realidad
cotidiana. La pérdida del poder adquisitivo de nuestros salarios que no llegan
a alcanzar ni por lejos la inflación, la desolación en nuestrxs compañerxs en
nuestros barrios, en nuestras charlas en los sectores de trabajo, en la
desesperanza que pretenden instalar ante una realidad desbastadora, y reforzada
por los medios de comunicación.
Los datos son duros. La realidad también. Pero como ha
dicho Germán lxs trabajadores sacamos fuerza de donde no tenemos, recreamos y
reinventamos la vida permanentemente. Lo hemos hecho a lo largo de la historia
y lo seguiremos haciendo. En reiteradas oportunidades afirmamos que nuestrxs
compañerxs han sido la garantía de derechos individuales y colectivos desde
siempre, pero mucho más claramente en el marco de la Pandemia. Garantía que
solo puede concretarse construyendo un Estado más participativo y democrático,
que tenga olor y color de pueblo.
Ese pueblo, nuestro pueblo, no puede estar hundido en
la desesperanza. Quienes creemos en otro modelo de país, no podemos aceptar ni
convalidar estos datos como inexorables, como si la pobreza y el hambre han
venido para quedarse. Nuestrxs compañerxs nos lo demandan, y nuestra historia
también.
A fines del año 1977, Héctor Quagliaro junto a un
grupo de jóvenes esperanzadxs se plantaron ante lo inexorable y abrieron un
cauce por el que transitarían miles de compañerxs, hasta hoy. Para algunxs
podría parecer ingenuo o imprudente en un contexto cruelmente adverso. En cada
etapa a su manera, en cada momento con su propuesta, la esencia sigue vigente:
un cauce donde la democracia sindical es uno de sus componentes esenciales,
pero es sobre todo, una propuesta de transformación de la sociedad, no
meramente un sindicalismo reivindicativo, sino uno que ve al movimiento
sindical como un instrumento de transformación.
Antes del Golpe, la clase trabajadora discutía con los
patrones y con el Estado un proyecto de país. Tenemos que recuperar esa
capacidad, sacando fuerza de donde no las tenemos y reivindicando lo mejor de
nuestra historia militante.
A esos causes pertenecemos, ese camino que se abrió
hace más de cuarenta años es el que seguimos transitando, urge hacer valer lo
mejor de sus principios, aprender de los errores y seguir abriendo el camino
para revertir las causas estructurales de un sistema que nos pone al límite y
al margen de la discusión de la distribución de la riqueza.
Hace pocas semanas, como equipo de la Secretaría de
Formación del Consejo Directivo Nacional, participamos junto con organizaciones
hermanas de Chile, de una experiencia formativa que nos deja la esperanza
intacta de que ese cauce sigue abierto.
El referente histórico de nuestra Central, el
compañero Víctor de Gennaro, nos acompañó y compartió su experiencia y saberes
surgidos de la misma, como así también las reflexiones urgentes para este
tiempo. “No podíamos sólo decir lo que no queríamos, sino que teníamos que
construir lo que si queremos”, dijo, agregando,
“tenemos que aprovechar este tiempo para debatir y entender qué fue lo
que no hicimos bien, en qué nos equivocamos. Para entenderlo, para analizarlo.
Poder resolver esas problemáticas es el desafío de esta época de una nueva
oportunidad. En la Constituyente Social para nosotros estaba claro que podían
participar todxs, pero su centralidad estaba en la Clase Trabajadora, y fue tal
nuestra expectativa, que cuando se fracturó la CTA, la Constituyente Social
quedó en stand by y empezó a diluirse. Se concibió un momento de desasosiego”.
Estamos convencidxs que recuperar la centralidad de la
clase trabajadora es el debate urgente y necesario. Porque como menciona
también Víctor, no son los bancos, ni los patrones, ni el Estado, quien genera
la riqueza. Somos lxs trabajadores quienes la generamos, y por ello tenemos
derecho a discutir qué se hace con ella.
La pobreza y el hambre no son el destino inexorable de
nuestra clase si somos capaces de volver a construir una propuesta política que
ponga en discusión la transformación de nuestra sociedad.
Por último, rescatamos su frase final: “estamos en un
tiempo de cambio: Sólo nos animamos a enfrentarnos a nuestras debilidades
cuando hay un futuro esperanzador”. Estamos convencidxs de que ese es el
camino. Porque seguimos creyendo que hay un país para cambiar, una sociedad
nueva para construir, y un camino nuevo por alumbrar. El cauce sigue abierto.