"Mi viejo militaba, compartía y construía política"
* Por Leticia Quagliaro Secretaria de Relaciones Institucionales de la CTA-A provincia de Santa Fe – Presidenta de Unidad Popular
El pasado viernes 15
de enero se conmemoraron los 96 años de nuestra querida ATE frente a la casa en
la que vivió Germán Abdala, luego de comprarla con un crédito hipotecario,
hasta los últimos días de su lamentable muerte. En este homenaje con la
presencia de compañeres de todo país se habló desde el recuerdo, desde la
militancia comprometida y desde las energías puestas en cada une de les que
luchan.
Y no es casualidad
que se piense en Abdala desde la proyección de quienes fundaron en el Teatro
Verdi de la Boca, una asociación que puso en política el valor indiscutido de
la clase trabajadora.
Portuarios -en su
mayoría- anunciaron en el mismo momento que se aprobara la constitución del
sindicato, un plan de lucha que emergía de las necesidades concretas ante las
magras remuneraciones y malas condiciones de trabajo. Los jornales de ocho
horas de trabajo, tiempo libre y de descanso era la ecuación perfecta que nos
legaron los mártires de Chicago pero también los mártires de todo el mundo.
La ola obrera
comenzaba a transitar después de la revolución bolchevique, esa vieja idea de
un mundo sin explotadores ni explotados. Esta sencilla y compleja labor que nos
damos todos los días en la que los trabajadores puedan vivir sin los atropellos
de los patrones. El teatro Verdi de la Boca, ese 25 de enero de 1925, fue una
muestra cabal que la fundación de ATE iba en camino a disputar este sentido que
los pioneros sellaron.
Desde ese día tan
particularmente político no nos fuimos nunca más. A 96 años de su nacimiento
todos y todas, pensemos como pensemos, somos hijos e hijas de esta historia. Mi
viejo lo sabía y lo fue construyendo a diferentes pasos.
Su lectura
estratégica sobre la clase, el peronismo y la política, en la que ATE fue su
lugar central, nos dejó la enseñanza de que estemos donde estemos -sea
sindicato, central obrera, partido político, dentro del Estado o trabajando en
un lugar privado- la salida es política. Porque la que juega contra nuestros
intereses no es ésta, sino la antipolítica.
No debemos pecar de
únicos e irremplazables en este momento destacado de la historia Argentina que
nos dispara con la fundación de ATE. Sí erigirnos en un proceso de tormentas
políticas que se sublevaron tanta veces como injusticias cometidas, en el
despertar de generaciones que nos hicieron y nos hacen vibrar las vísceras
elocuentes de la solidaridad entre quienes somos pares.
Cuando él decía, “No
basta participar un día de exaltación en la batalla si no se está preparado en
cuerpo y alma para perseverar. El que se afloja pierde y el que se va es un
cobarde”, era consciente de las necesidades de forjar lo que Jauretche
transmitía en la cobija del paisano. Era transmitirle a los compañeros que nos
necesitamos permanentes en las causas y en los cauces.
Tampoco es casual la
frase acuñada en el año 1977 con la fundación de ANUSATE: “Estamos abriendo un
cauce para miles y miles de compañeros que hoy no conocemos”. Esto, en plena
clandestinidad política, sin ser la primera pero si la más brava. Animarse a
decir cauce es saber, después de años recorridos siendo protagonista y en donde
pasaron golpes de Estado y rebeliones constantes como los Rosariazos, que la
esperanza como motor de transformación es imprescindible en las más duras
batallas.
Esta historia de
reinvenciones constantes se puede dimensionar en toda su construcción si
valoramos la etapa política en la que estamos sumergidas mujeres y hombres, de
las que nos tocaron vivir y las que vamos suponiendo cómo vivirlas.
Mi viejo aprendió de
eso en los semilleros de los que formó parte. La figura formadora de Alberto
Belloni se destacaba en épocas de resistencia al sistema represivo que atacaba
los intereses ganados en los gobiernos de Perón. La revolución libertadora puso
un paño muy frío a la esperanza obrera. Allí nació la militancia de mi papá en
la que se animó, como tantos militantes trabajadores, a ocupar un lugar en la
política santafesina, fuera de lugar, del diario de ATE Rosario.
En 1990 nace una
experiencia que con el correr de los años fue la épica CTA. Mi padre fue uno de
sus fundadores y es parte del legado auténtico que puso en marcha a la Central,
cuando al fragor del neoliberalismo conservador los burócratas sindicales y
empresarios inescrupulosos traicionaban el legado del cual había nacido el
peronismo. La antipolítica se afirmaba con la obra maléfica de desmantelar el
Estado, pero la resistencia -con la CTA como protagonista- mostraba en
consonancia otros caminos posibles.
Fue en esa década
que Héctor se propuso, como tantos dirigentes gremiales, hacer una incursión partidaria
al rescate de los valores en los que supo dimensionar en los hechos la justicia
social. Lo que desembocaría más tarde, previo a la rebelión del 2001, en el
protagonismo del FRENAPO que bien describe el diputado provincial Carlos Del
Frade en el libro “El sueño colectivo inconcluso”.
“Vivir como se
habla”, decía el Viejo en cada acto en el que se le reconocía su lucha. Su
legado ha llegado a mí. La experiencia de estos años en Unidad Popular me
afirma que si la militancia se amalgama a la política, la posibilidad de los
cambios no solo está determinada por el neoliberalismo. La crisis política que
ha generado la pandemia, metida en la agenda diaria de los ciudadanos, es la
demostración de que con el planeta no se puede ser arbitrario. La lucha social
enraizada en los movimientos sociales, con la revolución feminista a la cabeza,
expresa la dinámica y el deseo de que otro mundo es posible.