Aniversario de la creación de la Bandera Nacional: Nosotros flameamos en el sueño de Manuel Belgrano. Por Alejandro Garzón, Secretario Gremial de ATE
Para febrero de 1812, habían pasado dos años que la
Revolución de Mayo marcara el comienzo de la ruta de nuestra independencia, aún
parcial e inconclusa. De ésta manera se abría el paso a la confrontación de dos
intereses antagónicos bien definidos. Uno promoviendo la unidad, el crecimiento
productivo y el desarrollo interno con proyección suramericana, y otro
balcanizador, con centro en las ciudades puerto -Buenos Aires, Montevideo, Río
de Janeiro, Caracas- y que desprotegía las provincias, promoviendo el cierre de
los ríos interiores, para beneficio de la oligarquías tradicionales atadas a la
dependencia estructural.
El Primer Triunvirato orientaba su mirada en preservar
estos territorios para Fernando VII, que seguía cautivo de Napoleón, pero
muchos, como el General Manuel Belgrano, pensaban que ya era tiempo de pensar
en la Independencia. La guerra civil se había desencadenado en el Virreinato
del Río de la Plata y la discusión pasaba por si seríamos un país, en un
subcontinente balcanizado, o una Nación soberana que abarcara un territorio
extenso desde el Río Bravo al sur.
Nuestra independencia de España será aprovechada por los
comerciantes porteños, una pequeña burguesía con mentalidad de almacenero que
buscará su rentabilidad del brazo de la oligarquía nativa, con la mirada puesta
en Inglaterra, el cierre del camino de las economías regionales, y el corte de
cualquier vínculo latinoamericanista, dando privilegio al comercio exterior,
importando trigo y ganado y apropiándose de la renta aduanera.
Hacia un año que los españoles vinieran hostigando las
costas de Paraná, y hasta allí se dirigió Manuel Belgrano para plantar batalla
defensiva a las huestes armadas enviadas por el embajador español de
Montevideo. Fue de su inspiración que los soldados llevaran en su pecho un
símbolo que los identificara, a la vez que se despojaran de las insignias
españolas que seguían portando. Será éste el origen de la escarapela nacional
de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de dos colores, blanco y azul
celeste.
Aceptada por Primer Triunvirato, éste declara abolida la
roja con que antiguamente se distinguían. Belgrano dio a conocer que con éste
símbolo, utilizado de inmediato, que nuestras tropas "acaban de confirmar
a nuestros enemigos de la firme resolución en que estamos de sostener la
independencia de la América". Para Rivadavia, integrante de aquel Triunvirato,
aquella identificación, como el lenguaje independentista expresado por
Belgrano, alertó sus temores en el sentido de que la idea no caería bien eso
Gran Bretaña.
En realidad, la mirada rivadaviana apuntaba en que seamos
una provincia colonial de Inglaterra y no una nación independiente, pudiendo
disgustar a Lord Strangford, embajador británico en Río de Janeiro al servicio
de quien ya venía operando.
Belgrano que no debía favores, ni tenía compromisos con
quienes veían en el avance de la independencia de España, la oportunidad de una
nueva dependencia colonial, y encarga de aquella escarapela confeccionar una
bandera. La misma será izada por primera vez el 27 de febrero de 1912 en las
márgenes del Paraná, en Rosario, y al momento de poner en funcionamiento una
nueva batería defensiva ante el avance realista. Allí mismo, el militar patrio
ordenó a sus oficiales y soldados jurarle fidelidad diciendo "Juremos
vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el
templo de la Independencia y de la Libertad".
Al enterarse el Triunvirato de la decisión de Belgrano de
crear una bandera propia, reaccionó de inmediato y lo desautorizó. Pero
Belgrano no llegó a enterarse de esta resolución hasta varios meses después de
emitida, y siguió usando la bandera nacional que fue bendecida el 25 de mayo de
1812 en la Catedral de Jujuy por el sacerdote Juan Ignacio Gorriti. Una vez
enterado, Belgrano contestó admitiendo que en dos oportunidades había izado la
bandera para "exigir a V.E. la declaración respectiva en mi deseo de que
estas provincias se cuenten como una de las naciones libres del globo". No
obstante se compromete en duros términos a destruir el joven paño patrio:
"La desharé para que no haya ni memoria de ella. Si acaso me preguntan responderé
que se reserva para el día de una gran victoria y como está muy lejos, todos la
habrán olvidado".
Aquel Triunvirato en poco tiempo caerá, y un Segundo
Triunvirato con fuerte influencia sanmartiniana y de la Sociedad Patriotica
liderada por Monteagudo, dando un nuevo impulso revolucionario a la lucha
dispuesta, avaló lo actuado por Belgrano. Y fue posible hacer jurar la bandera
por nuestras tropas a orillas del río Pasaje, que desde entonces se llama
Juramento. A pesar del esfuerzo patriótico de Belgrano, de Mariano Moreno, San
Martín, Monteagudo, de las Montoneros Federales Facundo Quiroga, Chacho
Peñaloza, Martín Güemes y Felipe Varela, entre otros, habremos sido una
provincia más de la Patria Grande balcanizada, y nuestra independencia real,
aún permanece pendiente.
La lucha continúa, y llevamos una ventaja. Contamos con
escarapela y Pabellón Nacional. Sabemos de dónde venimos y sabemos hacia dónde
vamos. No claudicamos jamás, a pesar de las marchas y contramarchas, e
insistimos con desobediencia patriótica y legado belgraniano.
Aquella, nuestra Bandera, sigue flameando, y marca el norte
hasta llegar a “vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del
Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad." Habremos dejado
de ser un país semicolonial y dependiente, para fundirnos en la Gran Nación de
la Patria Grande.