15 de abril de 2021
La mujer que combatió el maltrato laboral manejando una ambulancia
Estela Álvarez es la primera mujer en manejar una ambulancia de PAMI. Sufrió hostigamientos de todo tipo por su género y acaba de ganar la pulseada.
“Los testigos (…)
detallan los diferentes tipos de agresiones y actos discriminatorios que sufrió
la actora de parte de sus compañeros, que se resistían a que desarrollara la
tarea de coordinadora de ambulancia ya que ello siempre había sido un trabajo
de hombre”. La frase forma parte de los considerandos del fallo que la Sala VII
de la Cámara Nacional de Apelaciones emitió el 5 de marzo sobre el caso de
Estela Álvarez, trabajadora del PAMI, primera mujer al mando de una ambulancia
en ese organismo.
Su historia comenzó a mediados de 2011, cuando el PAMI
decidió centralizar los servicios de emergencia en un edificio del microcentro
porteño, y muchos de sus trabajadores y trabajadoras de distintas filiales
debieron modificar su lugar de trabajo y/o pedir el cambio de tareas.
Ese fue el caso de Estela, quien se desarrollaba como
supervisora de Radio Operadores en la División de Ambulancias no Programadas y
Programadas (DAMNPyP) en el PAMI del partido bonaerense de San Martín desde
hacía 24 años. Allí, su tarea consistía en tomar los pedidos de ambulancias que
le derivaba el supervisor de unidades operativas, y comunicarse por radio con
el personal de los móviles.
Como era cercana a la función, conocía el trabajo, y tenía
licencia de conducir profesional, pidió que la reubicasen como supervisora de
unidades operativas, algo así como coordinadora de los choferes de las
ambulancias.
“Yo no podía ir de chofer porque era bajar de categoría, así
que me propuse como supervisora para que me evaluaran. Nunca en la historia
hubo mujeres en ese cargo, siempre eran hombres que, en su mayoría, habían sido
choferes de ambulancia”, cuenta Estela, en diálogo con Canal Abierto.
PAMI evaluó sus capacidades y concluyó que reunía las
condiciones para el puesto y que no era necesario que hubiese sido chofer para
ejercerlo, así que le otorgó la reubicación. La Asociación de Trabajadores del
Estado (ATE) también promovió su nombramiento –ella era secretaria
administrativa de la seccional de ATE San Martín– y eso despertó resquemores en
otro gremio que pisaba fuerte entre los choferes de ambulancia de PAMI: Estela
era mujer y seguía siendo gremialista lo que, al parecer, fue demasiado.
“Le llegaron a sacar el líquido de frenos a la ambulancia”
“Comencé a trabajar en PAMI Capital, en la guardia, y
empezaron a hacerme maltrato, acoso laboral, me hostigaron. Me hacían pegatinas
con mi nombre pidiendo que me sacaran el cargo y me devolvieran a San Martín,
batucadas, no me dejaban dormir durante las guardias en una habitación, como
los demás, y me daban un cuarto que no tenía ventanas. En invierno y de
madrugada me moría de frío –recuerda-. Me he ido a dormir al auto, que no podía
prender para no comprometer al señor de la cochera así que dormía sin
calefacción. Le llegaron a sacar el líquido de frenos y de la dirección
hidráulica al móvil que yo manejaba”.
En efecto, en su nuevo rol, Estela conducía una ambulancia
de supervisión donde hacía los repartos de farmacia, ya que parte de su tarea
es reabastecer las ambulancias. Y con un policía encontró en las inmediaciones
de su móvil la jeringa con la que se lo habían boicoteado.
El hostigamiento también fue económico. A instancias de
algunos de sus nuevos compañeros y con la complicidad de la patronal, le
cambiaron –sólo a ella– la carga horaria que regía para todos los coordinadores
de área en las guardias. Ésta es de 24×72, y equivale a trabajar un día entero
y descansar tres. A cambio, le pusieron jornadas de 12×36, lo que equivalía a
ir día por medio durante 12 horas desde Pilar, donde vive, a su trabajo en la
Ciudad de Buenos Aires, a dos horas de distancia. Pero, además, el cambio de
condiciones redundaba en algo más serio: el nuevo régimen horario recortaba las
“horas remanente”, lo que en la práctica redujo su sueldo a la mitad.
“Todas las personas que tienen el cargo hoy, salvo yo, son
hombres, y yo cobraba un 50 por ciento menos que ellos. ‘Vas a tener que irte’, me decían. O se
quejaban: ‘¿Qué hace una mina ahí arriba?’, por la ambulancia. O se burlaban
diciendo que en los maletines de medicación ahora iban a tener que poner cosméticos,
porque soy mujer. Me mandaban a direcciones equivocadas a buscar medicación, a
lugares inhóspitos. Esto duró hasta hace un año y medio que volví a San Martín,
sufrí hostigamiento por casi diez años”, recuerda.
De injusticias y complicidades
La lucha judicial de Estela comenzó a poco de llegar a la
filiar de PAMI Capital. Ni bien vio modificadas sus condiciones laborales se
puso en contacto con el equipo de abogados de ATE que la respaldó durante todo
el proceso y, medida cautelar mediante, logró reintegrarle su salario y su
jornada laboral al cabo de un año y medio.
Finalmente, ganó el juicio en primera instancia luego de que
varios compañeros testificaran sobre el hostigamiento, pero PAMI apeló. Propuso
hacerle a Estela una pericia psicológica para determinar que las secuelas del
maltrato no eran tales. El juzgado se opuso y el mes pasado confirmó la
sentencia.
“Me emociona cómo el camarista entendió mi situación y cómo
la describió en el fallo –cuenta. Fueron noches de no dormir, trabajar
estresada, volvía llorando, pero no podía claudicar porque no les podía decir a
las compañeras que lucharan por sus derechos si yo no lo hacía. El tema me
angustia al día de hoy aunque esto ya esté cerrado. Nos hizo mucho daño y a mí
y a mi familia. Mi esposo lo sufrió a la par mía. Me dejó secuelas, me lastimó
muy profundamente”.
Hoy, continúa la lucha contra el jefe de ambulancias que le saca sólo a ella las horas extras, y se negó a denunciar a sus ex compañeros al INADI, preocupada porque esto les significara perder el trabajo. Sigue siendo la única mujer en el cargo, y tampoco hay mujeres chóferes de ambulancia.
“Es una lucha difícil, es un sector difícil, pero la nueva camada de chóferes son muchachos que yo vi entrar al PAMI y son respetuosos. Los jóvenes son más proclives a aceptar que haya una mujer en cargos de supervisión. Todos los trabajadores, sean del género que sean y estén en el cargo que estén, se merecen respeto. Tenemos compañeros gay que son excelentes trabajadores y también han sufrido hostigamiento. Y yo siempre pienso que el que se mantiene indiferente ante una situación de injusticia o de maltrato es cómplice”, resume.
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