26 de abril de 2021
El Zurdo y Cristina, un amor revolucionario
Esta nota publicada en El Trabajador del Estado es un homenaje al "Zurdo" Suarez quien falleció tras luchar durante varios días contra el Covid.
Sus ojos se
encontraron un 6 de febrero de fines de los sesenta en un baile de carnaval en
el club Unión y Progreso de Rosario la noche que tocaba Palito Ortega. Y ya no
dejaron de verse. Él, Rubén Suarez, 18 años, buena zurda para el fútbol y un
oficio de soldador que le había llevado dos dedos de su mano cuando tenía 13
años. Ella, Cristina Rodríguez, una empleada de comercio de 17, acompañada por
su madre –como era costumbre- portaba unos profundos ojos azules que lo
cautivaron de entrada. A partir de ahí fueron novios: “Fue un metejón muy
grande”, sinceran y reafirman.
Mientras en
el país gobernaba el dictador Onganía y la democracia parecía muy lejana, ellos
comenzaron a politizarse en sus lugares de trabajo mientras las puebladas se
sucedían en varias provincias: Correntinazo, Rosariazo, Cordobazo, etc.
Tras los
primeros pasos en el sindicalismo, el Zurdo (apodo más relacionado a sus
destrezas futbolísticas que a sus inclinaciones ideológicas) y Cristina se sientieron atraídos por el foquismo y la
lucha armada y se relacionan con distintos grupos políticos revolucionarios.
Uno de
ellos, llamado Comando Che Guevara, toma la comisaria 20 de Rosario y escapa
con las armas… pero no llega muy lejos. Un viejo Citroën encaprichado los deja
a gamba y son apresados. Él, aunque no fue de la partida, cae en la volteada
con su hermano y comienza su derrotero tras las rejas. Tenía 21 años, poca
trayectoria política y solo 3 meses de casado.
La primera
cana
“Me mataron
a golpes. Me rompieron todo por dentro” recuerda el Zurdo de su paso por las
cárceles rosarinas. Luego lo trasladan clandestinamente a “Coordinación
Federal” en Buenos Aires donde tiene el honor de escuchar un grito resistente
que lo llena de valor: “Compañeros, siéntanse
orgullosos de lo que hicieron. El pueblo se los reconoce afuera, no
decaigan”. Era Julio Troxer, uno de los fusilados de Operación Masacre que
había sobrevivido y los alentaba desde adentro, tan preso como ellos. Eso fue
para Suarez un salvavidas anímico. Sobre todo porque acababa de leer el libro
de Rodolfo Walsh.
Recién
después de ver al juez – que lo acusa de Asociación Ilícita- pudo reencontrarse
con Cristina, tras una operación donde le extirparon el bazo, destrozado por
mil palizas, y una posibilidad de fuga que rehusó por disciplina orgánica.
Luego siguió el recorrido carcelario: Coronda y finalmente Rawson en Chubut.
Cristina,
mientras tanto, se integra a una célula del Partido Revolucionario del Pueblo
(PRT) y, junto a otros familiares de presos, fundan en ATE Rosario –gracias a
la solidaridad del Negro Aguirre, su secretario General- la Comisión de
familiares de Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales (COFAPPEG. Rosario).
Una especie de organismo de Derechos Humanos previo a la última dictadura que
se organizaba para defender y visitar a los detenidos aislados en el sur
mientras concientizaba en los barrios sobre la realidad de los presos
políticos.
Los que sí
estaban concientizados de que las cárceles se llenaban cada vez más de
militantes eran los vecinos de Trellew y Rawson que se organizaban
solidariamente para recibir a los familiares o visitarlos ellos mismos en
calidad de “apoderados”. Entre esos hombres y mujeres solidarios, se destacaban
Mario Abel Amaya y, en especial, el Maestro Bell, un docente entrerriano que
llegó a ser “apoderado” de Roberto Santucho durante su encierro chubutense. Un
hombre extraordinario cuya historia reaparece en un recuadro de esta misma
nota.
La Masacre
de Trellew
Estando en
la cárcel de Rawson el 15 de agosto de 1972, el Zurdo formó parte de la fuga
del penal organizada en conjunto con presos erpianos y peronistas que terminó
con la Masacre de Trellew, el fusilamiento de 16 militantes revolucionarios a
manos de la Marina. Rubén con su grupo no pudo escapar porque no llegaron los camiones
que los llevarían al aeropuerto de Trellew y se quedaron a resistir la toma del
penal para facilitar la huida de los dos grupos que habían logrado salir. De
ellos, uno llegó a Chile y el otro fue detenido y luego fusilado con la excusa
de una falsa fuga.
La libertad
finalmente llegó el día posterior a una jornada histórica: el 25 de mayo de
1973. En Buenos Aires una multitud, tras la asunción de Cámpora, marchaba hasta
la cárcel de Devoto para liberar a los presos políticos de la dictadura de
Lanusse. En Rawson, durante la madrugada del día siguiente, los presos
arrancaron las rejas con sus manos y abrieron las puertas a la libertad.
Tras la
fiesta de bienvenida que les dio el pueblo en la “primavera camporista”,
volvieron a sus obligaciones políticas en el PRT instalándose en Buenos Aires.
En el mes de septiembre, el Zurdo lidera un grupo que copa el Comando de
Sanidad del Ejército y, antes de escapar con las armas, es rodeado por la
policía y, finalmente, se entregan. Cae preso nuevamente apenas tres meses
después de su libertad. La vida matrimonial sumaba en total un semestre: tres
meses, antes de la primera cana, y otros tres antes de la segunda.
Comienza su
nuevo periplo tumbero: otra vez a “Coordinación Federal” (hoy Departamento
Central de la Policía Federal), luego a Devoto, después Caseros -donde estuvo
cerca de ser fusilado en un traslado-, y Chaco donde también tuvieron que
abortar un escape por alguna filtración.
Cristina,
por su parte, reasume sus funciones en la COFAPPEG y se instala en Chaco
organizando la solidaridad con los presos hasta que el Zurdo es trasladado a
Río Gallegos. Allí lo ve por última vez. La represión aumentaba y ya no eran
aconsejables las visitas.
Las cárceles
del Proceso
El Zurdo,
más solo que nunca, vuelve a Rawson, otra vez sede de los presos
políticos, donde es elegido delegado de
sus compañeros, mientras en el país se cierne la larga noche de la dictadura. En
esos primeros años tras el Golpe, los militares concentran a los presos
políticos en la Unidad 9, donde también estaba alojado Cachorro Godoy, el
actual secretario general de ATE Nacional. Allí es destinado al llamado
Pabellón de la Muerte del que logra sobrevivir y, tras unos años, pasa a Sierra
Chica y luego a Devoto.
Cristina
vive el exilio interno con sus viejos en un pueblito de quintas, cercano a
Rosario, llamado Pueblo Esther. Pudo haberse exiliado con la familia de Rubén
en México pero quiso quedarse cerca de él. “Rodeada de la muerte de mis
compañeros” y a cargo de un niño que se gestó en esos breves y bien
aprovechados tres meses intercarcelarios. Allí laburó de sirvienta, en el campo
y de lo que se pudiera mientras despuntaba el vicio de la militancia en la
Unión Vecinal organizando a la gente y logrando mejoras para todos.
Así pasaron
ocho años sin verse, comunicándose solo por cartas que tardaban meses en llegar
a sus manos. Ocho años donde la mayoría de sus abogados eran desaparecidos.
Ocho años sin que Rubén pudiera ver a su hijo,
a quien solo tuvo una vez en su brazos en Río Gallegos cuando era recién
nacido.
“Cuando lo
volví a ver me tuve que refrenar porque no quería apabullarlo. Habían pasado 8
años. Era como un desconocido para él. Pero al rato nos soltamos y todo fue
hermoso. Un compañero de cárcel al verlo jugar, me dijo que corría como yo y
eso me conmovió” son las palabras elegidas por el Zurdo para evocar esos
momentos vividos allá por el 81/82, cuando lo peor de la dictadura había
pasado.
Fue liberado
en 1984, entrada la democracia, y volvió a abrir una puerta después de tanto tiempo. “En la cárcel uno nunca abre
puertas. Te la abren o te la cierran los carceleros”. Tenía 35 años y ninguna
pertenencia, ni siquiera un documento. Así se fue a Pueblo Esther y lentamente
se integró a una comunidad que lo esperaba con los brazos abiertos.
Al poco
tiempo consiguió un buen trabajo en una empresa de transporte soldando
silenciadores y los tres se mudaron a Rosario para una nueva vida. No tardaron mucho en relacionarse con viejos
compañeros, en asistir a reuniones políticas, intentar reflotar el PRT y
finalmente abrazan distintas causas. Un Centro de Formación Sindical con la
gente de la UOM Villa Constitución que recibía financiamiento externo para el
Zurdo y un proyecto de Centros Culturales Barriales para ella. Proyecto que de
tan exitoso fue asumido oficialmente por la Municipalidad.
En esos años
llegan las dos hijas que completan la familia y el Zurdo pasa a militar en una
agrupación interna de la UTA llamada MUITA (Movimiento Unitario Independiente
del Transporte Automotor) disputando la seccional Rosario del poderoso gremio
perdiendo solo por dos votos.
En los años
que siguen alternan militancia, changas y problemas de salud. Una operación a
corazón abierto y una intoxicación con cloro lo dejan fuera de carrera por
varios años, más cerca del arpa que de la guitarra. Pero seguía siendo un
sobreviviente. Una vez recuperado de la primera, se acerca a ATE Rosario a
saludar al por entonces secretario general, Gustavo Martínez, con quién había
compartido militancia años atrás.
De amigote
de Martínez pasa a ser colaborador permanente de ATE Rosario haciendo de
“arregla tutti” y para la CTA arma la Comisión de los Trabajadores en Lucha, un
espacio que se dedicaba a colaborar con los trabajadores que estaban en
conflicto cualquiera sea su sindicato, con sede en ATE.
Cuando en
2010 hay elecciones en la CTA Autónoma, Martínez va como candidato a secretario
General en Santa Fe y el Zurdo como su adjunto y responsable, junto a Cristina,
del Centro de Jubilados “Raúl Zufritti”.
Así fue
como, con cerca de 70 años en el lomo y detrás del sueño de construir una
Central fuerte, el Zurdo y Cristina deciden dejar atrás su Rosario natal, con
hijos y nietas incluidas, para instalarse en la ciudad de Santa Fe y empezar de
nuevo con la militancia como si fueran unos jóvenes llenos de idealismo.
Y allá están, armando actividades con los jubilados, dando una mano a todos los gremios y alimentando una esperanza cargada de militancia. Como a principios de los setenta. ......................
El Recuerdo
de Ángel Bel en un emotivo reencuentro
El zurdo y
Cristina, durante su participaron en el Encuentro de Jubilados de ATE realizado
a mediados de septiembre en La Pampa tuvieron la oportunidad de reencontrarse
45 años después con Hilda Fredes, presidenta del Centro de jubilados de ATE
Chubut y viuda de Elvio Ángel Bel.
El
encuentro, tan inesperado como mágico, fue la oportunidad para evocar la figura
del maestro correntino que se destacó a principios de los años setenta por
encabezar la solidaridad de los vecinos de Rawson y Trellew con los presos
políticos de la dictadura de Onganía.
Bel era un
maestro entrerriano, militante comunista, que junto a personajes como Mario
Abel Amaya o Encarnación Díaz conformaron la Comisión de Solidaridad con los
Presos Políticos que colmaban las celdas del penal de Rawson y, en calidad de
Apoderados, visitaban a aquellos que tenían muy lejos a sus familiares.
Por esa
acción solidaria, tras la Masacre de Trellew, el maestro Bel y otros fueron
detenidos y trasladados a Buenos Aires donde sufrieron cárcel hasta el retorno
de la democracia. Con la nueva dictadura siguió la persecución y el esposo de
Hilda fue secuestrado y desaparecido por efectivos militares el 5 de noviembre
de 1976.
Hoy Hilda,
en su incansable lucha por la justicia,
ya consiguió que se eleve a Juicio Oral y Público la causa por la
desaparición de su compañero y espera el día en que se condenen a sus verdugos.
Ya el Zurdo
había declarado en junio del 2012 en el juicio por la Masacre de Trellew y con
su testimonio ayudó a las condenas a prisión perpetua e inhabilitación absoluta
de Luis Sosa, Emilio Del Real y Carlos Marandino.
Dos
historias de compromiso, solidaridad y lucha por la Justicia. Dos historias de
esas que abundan en nuestra ATE.